CHICA POLTERGEIST
EL MISTERIO DE LA NIÑA ELECTRICA
Angélique
Cottin era una niña inglesa, campesina, de baja estatura, que al
parecer ejercía un extraño efecto sobre las personas y las cosas, que
hoy en día se conoce como psicoquinesia o telequinesia. De hecho, los
fenómenos psíquicos que ella producía son muy similares a los que
normalmente se asocian con los poltergeists.
A Angélica se le conocía como la Chica Eléctrica o la Chica Poltergeist,
y su caso, aunque no único, fue uno de los primeros fenómenos
paranormales investigados científicamente. Como tal, Angélique merece
una seria atención, no sólo por parte de los parapsicólogos y los
entendidos en la materia.
Los extraños fenómenos en torno a esta niña comenzaron a suceder en la ciudad de La Perriere, en Francia, el 15 de enero de 1846, cuando Angélica contaba con 14 años. A las 8 de la noche, Angélica junto con otras chicas, estaba tejiendo guantes de seda, cuando, de repente, la rueca que usaban comenzó a temblar como si estuviera viva.
Las niñas intentaron contarlo a sus vecinos, pero éstos no les creyeron y
les obligaron a continuar con su trabajo. Una por una volvieron
lentamente de nuevo al taller, que se mantuvo tranquilo hasta que
Angélica llegó a él. En ese momento, las ruecas comenzaron de nuevo a
moverse misteriosamente. Todas las niñas gritaban de pánico, menos
Angélica, que sentía una extraña sensación de atracción hacia las
ruecas.
Cuando los padres de Angélica se enteraron del incidente, pensaban que
su hija debía estar poseída. Así que la llevaron a la iglesia del
pueblo, a fin de que fuera exorcizada. Sin embargo, el cura pretendía
primero presenciar el extraño fenómeno por sí mismo, para convencerse
del extraño suceso, y aconsejó a sus padres que llevaran a la niña a un
médico.
Mientras tanto, las sensaciones extrañas de Angélica continuaron. Cuando
la niña trataba de sentarse en una silla, ésta la empujaba hacia fuera,
y era tal la fuerza del poder que ni siquiera un hombre la podía sentar
sobre ella. Si dormía en una cama, ésta se sacudía, y el único lugar en
el que podía hacerlo era sobre una gran piedra recubierta de corcho.
Los objetos se acercaban a ella, incluso sin contacto físico aparente. El simple toque de su mano, incluso sobre muebles pesados, hacía que éstos rebotaran y saltaran de arriba a abajo. Las personas que estaban cerca de ella podían tener con frecuencia descargas eléctricas. Cuando esto sucedía, el corazón de la niña latía a 120 pulsaciones por minuto, y a veces venían acompañadas de convulsiones.
Lo curioso del caso era que los metales no se veían afectados por su
poder, lo que indicaba que, si fuera un poder eléctrico, sería un poco
raro. Sus poderes a veces desaparecían durante dos o tres días, y a
continuación se iniciaban sin previo aviso. Cuando ella se encontraba
cansada, por ejemplo, los efectos se reducían.
La niña fue llevada a París para que fuera sometida al estudio médico.
Allí fue examinada por el doctor Tanchou, que fue testigo de sus
poderes. Precisamente, en muchas ocasiones, el sofá en el que se sentaba
la niña se movía por la sala de consulta. El médico, sumamente
impresionado, requirió los servicios del famoso físico y astrónomo,
Francois Arago. El físico llegó a la conclusión que los fenómenos eran
reales y publicó un informe en febrero de 1846.
Arago pensaba que el poder de Angélica se debía al electromagnetismo.
Señaló que el lado izquierdo de su cuerpo, concretamente sobre su mano
izquierda y la pelvis, se hallaba más caliente que la parte derecha
cuando se producían los fenómenos de la niña. Además, los fenómenos no
se producían continuamente, sino sobre todo de noche, entre las siete y
las nueve.
Arago se inclinó aún más hacia su teoría del electromagnetismo cuando
descubrió que la niña tendía a lanzar los objetos que se movían a su
paso hacia el norte, incluso la propia Angélica actuaba como una
brújula, ya que siempre lograba acertar dónde se encontraba el norte de
algún lugar en concreto.
A pesar de la imprevisible naturaleza de los fenómenos, la salud de
Angélica era excelente, aunque se sugería que alguna enfermedad nerviosa
era lo que podía haber provocado el origen de los fenómenos. Los padres
de la chica, pobres y viendo la sugerente oportunidad, decidieron, en
contra de Arago y los médicos, realizar en París una exposición con la
niña, para que la visitaran los turistas previo pago.
Sin embargo, el 10 de abril de 1846, los fenómenos paranormales desaparecieron, y ya no volvieron jamás.
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