ISAAC PERAL, SU SUBMARINO Y LA ELECTRICIDAD

Isaac Peral, su submarino y la electricidad

 


 Isaac Peral nació en el seno de una familia de tradición naval en 1851 en Cartagena (España). Cuando tenía 7 años a su padre, capitán de la Marina, lo trasladaron a San Fernando, en Cádiz. Dos años después su padre murió en Cuba, en la llamada guerra chiquita, el primer intento de los cubanos de independizarse de España.
A los 14 años Isaac Peral entró en la Escuela Naval, y a los 16 se embarcó por primera vez como guardiamarina rumbo a las Filipinas. Sus dos hermanos, Pedro y Manuel, también fueron oficiales de la Marina.

 


Con apenas 21 años fue destinado a Cuba, donde se destacó en el combate y fue condecorado. Durante la tercera guerra carlista estuvo destinado en el mar Cantábrico. Volvió a las Filipinas donde se realizó estudios hidrográficos para la construcción del canal de Simanalés y escribió el libro Hipótesis sobre la teoría de huracanes, por el que fue condecorado  más tarde con la Cruz Blanca de primera clase al Mérito Naval.
En 1877 cursó de nuevo en San Fernando, esta vez en el Observatorio Astronómico, cuatro años de estudios superiores, donde estudió matemáticas, geografía, física, ingeniería naval, astronomía y electricidad, por entonces una materia casi desconocida y misteriosa y en la que Peral se especializa.
El 21 de julio de 1880 asciende a teniente de navío y, al año siguiente, lo destinan de nuevo al Pacífico. Allí un barbero le cortó una verruga de la sien izquierda, que le produjo una herida insignificante a la que no dio importancia y que a la larga sería origen del cáncer que le produjo la muerte.


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También contrajo el cólera durante una epidemia, por lo que fue repatriado. A su regreso, después de haber prestado servicio en 32 buques diferentes, ejerce como profesor de física, matemáticas y alemán del Observatorio Astronómico de San Fernando. También da clases en la Academia de San Cayetano para preparar a los aspirantes a la Armada y gratuitamente enseña en un Centro Obrero.
En esta época Peral comienza sus investigaciones sobre la navegación submarina.


Cuando España entró en guerra con Alemania en 1885, Peral llevó al ministerio su proyecto, que se aprobó. Se le destinó un presupuesto de 5 mil pesetas (30 euros actuales) con las que Peral compró equipamiento extranjero para empezar sus investigaciones: aparatos ópticos en París, accesorios y torpedos en Berlín, acumuladores en Bruselas, aceros, motores eléctricos, hélices y tubos lanzatorpedos en Londres.

El submarino de Peral

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Las investigaciones del ingeniero naval Isaac Peral y sus compañeros Joaquín Ariza, especializado en torpedos, y José Luis Díez, en electricidad, no sólo se centraron en la energía eléctrica. Además de diseñar unas baterías para alimentar dos motores de 30 CV que impulsaban dos hélices gemelas capaces de desplazar las más de ochenta toneladas que pesaba el prototipo bajo el agua, el sistema de refrigeración de los motores, que consistía en soplar sobre ellos el aire comprimido almacenado en el submarino, Peral fabricó otros instrumentos.
El periscopio. Se fijó un tubo sobre la torreta. Unos prismas en su interior reflejaban la imagen exterior sobre una mesa óptica dentro del submarino.
Una brújula (una aguja magnética) que se instaló en el techo de la torreta de bronce (material no magnético) para evitar así las posibles desviaciones provocadas por los aparatos eléctricos.
Un aparato de profundidades propulsado por dos hélices, encargado de sumergir y emerger el submarino y mantener la estabilidad horizontal en inmersión sin lastres.
Diversos purificadores de aire. Un motor de 6 CV que también servía para la bomba de achique movía el aire y lo hacía pasar por un purificador de hidrato de sosa para eliminar el CO2.
Un tubo lanzatorpedos con tres cargas que permitiría atacar a distancia a los buques enemigos. 

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El buque podría recorrer 132 millas a 6 nudos y 396 millas a 3 nudos con un solo motor. Se sumergía mediante los acumuladores eléctricos que suministraban corriente a unas dinamos. Éstas por rotación, hacían girar dos hélices dispuestas en el eje vertical del submarino. Las hélices iban hundiendo la nave hasta que su resistencia era inferior a la presión del agua.

El primer torpedero de la historia

El primer submarino de la historia se botó en Cádiz en 1888.  A pesar de que no se le concedió permiso para efectuar la prueba que había solicitado el propio inventor, que era atravesar sumergido el estrecho de Gibraltar, desde Algeciras hasta Ceuta, el submarino demostró que podía navegar en inmersión a la voluntad de su comandante, con el destino, rumbo y cota predefinidas y en mar abierto.
También podía atacar, sin ser visto, a cualquier buque de superficie. La Comisión Técnica alabó el éxito de las pruebas del primer submarino de la historia, sin embargo las autoridades desecharan el invento y alentaron una campaña de desprestigio contra la persona de Peral, quien descorazonado por el injusto trato recibido, pidió y obtuvo la licencia de la Marina en 1891. 


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Isaac Peral fue un excelente ingeniero eléctrico que concibió numerosos proyectos e inventos: el acumulador eléctrico, un varadero de torpederos que fue premiado con medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona en 1888, un proyector luminoso y una ametralladora eléctrica.
Se negó siempre a entregar sus inventos a otras naciones por un intenso sentido del patriotismo que hoy parece trasnochado y de lealtad a la Marina a la que consideró dueña de todas sus patentes.
Trabajó como ingeniero electricista de la compañía alemana Lewy y Cohetaler. Fundó varias empresas industriales, una de ellas en Madrid dedicada a la fabricación de acumuladores eléctricos. Montó las veintidós primeras centrales de alumbrado de España. Los tiempos de la luz de gas habían terminado.


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Fue elegido diputado a Cortes pero nunca pudo ejercer por diatribas políticas.
En 1895, Peral se opera en Berlín de su cáncer cerebral, pero un descuido en las curas le produjo una meningitis que acabó con su vida el 22 de mayo de ese mismo año.
Con apenas 44 años Isaac Peral murió dejando numerosos inventos y cinco hijos en San Fernando. El inventor del submarino, el que llevó alumbró con luz eléctrica por primera vez a las ciudades españolas, murió lejos del mar donde pasó la mitad de su vida y lejos de España, la patria que tan mal lo comprendió.

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